SOLILOQUIOS DE LUNA Y AGUA

I

-¿No sé si alcanzas a mirar en lo Alto de aquel peñasco -más allá del risco donde se revientan las olas-, parte de la casa abandonada que aún se conserva-?
-Esa construcción me recuerda mucho lo que fue la finca de mis padres, porque al igual que ésta, se encontraba en una cima y porque en ella viví una de las etapas más bonitas de mi infancia-.
Puntualizó Martín a Roberto, mientras caminaban descalzos en la arena de aquella solitaria playa.Luego continuó su charla:
-Allá en mi pueblo natal, en la Costa Sur de Jalisco, que fue lugar rico en perlas, nacieron todos los antepasados de la familia por parte de mi padre, justo en la tierra de Cihuatlán, del que se decía era un sitio sagrado, donde abundaban las mujeres amazonas, diestras en el manejo del arco y la flecha-.
-De hecho, platicaba mi abuelo, -a quien por más señas le apodaban “La Muerte”-, que en el siglo XVI, arribó hasta aquél rincón de “Xalisco”, un señor de nombre Francisco, de apellido Cortés de San Buenaventura, quien a su paso por el Puerto de La Natividad, hoy conocido como Barra de Navidad, y ubicado en aquella zona, bautizó, y le impuso su apellido a mi tatarabuelo chozno-, -que fue-, -prosiguió-, el último descendiente de un tlatoani indígena llamado Jojouquitecuani, quien hacia el año de 1320, al lado de sus seguidores llegó hasta esas tierras para fundar uno de los primeros pueblos de esa región-.
-De allí que poco tiempo después, por orden, y mediante Cédula Real, que por lo regular extendían los reyes de España a aquellos que hubieran tenido méritos en batalla, a través de una recomendación, o por entenderse que había alguna razón que convenía a los intereses de la causa española, como seguramente fue su caso, le concedieron su Encomienda, consistente en una hacienda, tierras, e indios para trabajarla, la cual pasó a sus descendientes de generación en generación, hasta el día en que con el asunto del reparto agrario se las quitaron-.
Debido a la edad, pero seguramente en razón de su poco afecto a los ideales colonialistas, -pues siempre creyó en la independencia y autonomía de los pueblos-, Martín, haciendo uso de la escasa fuerza que su cuerpo débil le permitía, enfatizó sus palabras -:
-Los españoles sabían muy bien a lo que venían, y llegaron imponiendo una estrategia de coptación de gente y compra de voluntades, inaugurando con ello la corrupción, y sumando a su causa, voluntaria u obligadamente, a todos aquellos que les garantizaran adeptos -.
-Nada mensos-, -increpó Roberto-, mientras miraba hacia la lejanía, como queriendo encontrar en ella alguna esperanza, y a la vez, veía, como muchas veces, a la nada, con una mirada que casi siempre era perdida.
Luego continuó Martín:
-Resulta que al imponerle aquel apellido a mi antepasado, garantizaban la sumisión y el tributo de los naturales a la causa y motivo de la conquista, pues en su momento lo habían hecho con un cacique y jerarca del pueblo mexica llamado Moctezuma, y ya habían comprobado la eficacia de esa fórmula política, de bautizar, con especial atención, a aquellos que tuvieran que ver directamente con los tlatoanis o líderes de algún lugar, imponiéndoles su apellido, para enseguida alfabetizarlos con el catecismo en la mano-.

Era una noche calurosa de finales de junio, y sólo habían transcurrido dos semanas desde que fueron llevados a la isla, que después supieron se llamaba Berenice, ubicada en el Pacífico, en el Mar Patrimonial de aquella nación.
En un principio, de recién llegados, casi nadie quería salir de los hostales a los que fueron confinados, pero conforme pasaron los días, y una vez que paulatinamente comenzaron a saber en dónde se ubicaban dentro de esa geografía isleña, la cual creyeron que por el resto de sus días sería su nueva tierra -como producto de ese destierro ideado por unos partidos y el gobierno de su nación-, comenzaron a explorarla y a recorrerla con calma, pues la única obligación que tenían en aquel confinamiento, era bañarse por la mañana muy temprano, desayunar a las ocho, almorzar a las doce y cenar a las seis de la tarde. El resto del tiempo podían salir a caminar por la isla de manera libre, sin que fueran vigilados por los guardias de seguridad, pues de ello se encargaban los sistemas de monitoreo y video que existían a lo ancho de la pequeña isla, lo que facilitaba el resguardo de todos ellos.
Fue justo a lo largo de aquellos amaneceres, atardeceres y a veces noches enteras, cuando Martín le fue platicando detalle a detalle a Roberto, de algunos pasajes de su vida, y de lo que pensaba, un día, había sido, y tal vez, seguiría siendo su nación.
En alusión a Roberto, dado su antecedente clínico que dominó buena parte de su vida y que le remitió en muchas ocasiones a su tránsito por distintos hospitales psiquiátricos, pasó a convertirse en un compañero de aventura, en una especie de apóstol, centrado en oír a Martín, a quien de repente asumía como su consejero, su confidente, y a la vez su terapeuta –aunque nunca se lo dijo-, o simplemente, en el amigo que entendía el don del habla y el valor de la escucha.
En cuanto a las gentes confinadas a esa isla, tenían muy poco en común, ya que todas ellas habían sido reclutadas y levantadas una por una en forma separada, en la vía pública, ya fuera por su apariencia o por su vida de menesterosos, previo al inicio de las campañas por la presidencia de la república de aquel año 2012.
Para ello se generó una especie de consenso en lo secreto, con la finalidad de darle a aquel país, una imagen de prosperidad, y de que en su mayoría era habitado por gente joven y próspera, y que no circulaban por sus calles o plazas, personas sucias y viejas, o con mala apariencia.
En esa coyuntura fue que se conocieron aquellas dos personas, compartiendo sus experiencias de vida, mientras el sol de la isla los hacía cada día más morenos.
-Por lo tanto, -continuó Martín-, el modelo político instaurado en México desde el siglo XVI, fue un remedo del sistema español, pero fue introducido con cuña, con una cuña chueca, torcida, -como la carretera que existe en mi tierra, allá en Cihuatlán, y que por algo le llaman La Culebra-, misma que te lleva hasta el complejo turístico de Los Tecos-.
-Así fue que quisieron existiera,
-Prosiguió-, el remedo de un sistema español, teniendo como base los Ayuntamientos, los que en sus inicios, y contrario a todo principio laico y liberal, la iglesia católica era parte de ese nivel de gobierno-.
-A nuestra América, -Martín hablaba mientras la mirada se le encendía-, los españoles no sólo llegaron con la espada desenvainada, sino con los bolsillos vacíos y el estómago con mucha hambre, con sed de riqueza, hambre de mujeres, hambre de grandeza, y llegaron demasiado urgidos de sacar a España del bache económico en que se encontraba-, -para aquellos que dudan que la historia es cíclica-. -De allí que a muchos les valió madre, y topara donde topara, y así tuvieran que mocharse con la iglesia, con los caciques de pueblo o con los traicioneros vende patrias que donde quiera los hay, su proyecto, por muchos años les prosperó, y nuestras riquezas les permitieron apuntalar su nación, y reactivar su ambición de contar una vez más, con el emporio naval que un día tuvieron, aunque esa ilusión se les haya ahogado en sueños, pues nunca volvieron a ser la nación rica y poderosa que un día fueron-.

II

Así transcurrían los días y noches, y conforme pasó el tiempo, lo que en un principio parecía eterno, se fue haciendo más ligero, pues para ese entonces ya habían llevado a la isla todos los juegos de mesa habidos y por haber, sin faltar los de: Ajedrez, dominó, distintos tipos de barajas, dados, Serpientes y Escaleras. Algunas mesas de billar, e incluso, el juego de La Lotería, donde los personajes de: “El músico, El borracho, El valiente, La dama, El catrín y El soldado”, les hacía cobrar fuerza a sus recuerdos e imaginación.
En cuanto a los guardias, cocineros, psicólogos, doctores, enfermeras y afanadores, estilistas y peluqueros, así como a los de mantenimiento general de las instalaciones, esporádicamente les llegaban ciertas revistas y periódicos, y podían conocer las noticias de su país a través del internet de señal satelital, y no obstante que para ellos estaba prohibido hacer plática con los recluidos de la isla, algunos, como fue el caso de Martín, con el tiempo fueron conociendo ciertas noticias, a pesar de que a otros, nada de lo que habían dejado atrás les interesaba, y entre ellos se contaban la gran mayoría.
No así lo fue para él, quien con los días, y conforme recobraba ánimos, salud y fuerza, se las ingenió para ir conociendo de los últimos acontecimientos que sucedían en el ámbito nacional de su país.
-Es lo malo de tener conciencia social-, -pensó en uno de aquellos días-, pues nunca se está en paz, aunque esté uno que se lo lleva la chingada-,
Así se lo dieron a entender el día en que lo levantaron:
“-Ya ves como son las cosas Martincito-:
-De joven te partiste la madre por muchos de los de tu generación, dizque pa´ que hubiera una mejor calidad de vida, justicia y todas esas mamadas, y mira nomás, no te tocó ni la cola del cometa; pues ni a trabajo de planta llegaste-.
-Quién te mandó andar de baboso y con ideas revolucionarias. Por lo mismo revoltoso yo creo que no te aplacaste-.
-Qué pendejo fuiste, porque tus demás compañeros de movimiento sí agarraron la onda, y la mayoría de ellos quedaron bien parados y con buenas chambas, y otros más, hasta diputados federales fueron-.
-En pocas palabras, qué lástima que no lo entendiste a tiempo-.
-Mira nomás qué pinches garras te cargas y en qué fachas andas-”.
Aquel día, cuando llegaron por él, Martín estaba recargado en una pared de la calle. Con debilidad extrema alzó su vista, no pronunció palabra, y sin objeción alguna se dejó levantar, jalado por dos sujetos que a decir de su actitud, más parecían de una corporación militar o policíaca, que de una institución de beneficencia o de bienestar social.
-“Échalo atrás -dijo uno de ellos-,
-y cierra bien la pinche puerta, no sea que se nos vaya salir en una de las vueltas y entonces sí nos lo cobren como nuevo, o se nos arme la bronca” -.
-Cuando me levantaron -dijo-, llevaba cerca de tres días que no probaba alimento, y de verdad que me sentía tan débil, que no obstante sabía que lo que me sucedía era un atropello, no tuve objeción alguna para oponerme, a sabiendas de que se estaban violando mis derechos.
Aunado a ello estaba la parte anímica, la emocional, la psicológica, pues después de todo lo que había vivido, después de tanta lucha a favor de otros, y una vez que habían pasado bastantes años tratando de mejorar las condiciones de vida de ellos, de todos, después de tantos altibajos, y de ver la indiferencia de los demás, de remar contra un sistema que al final te das cuenta que no va a cambiar, llega el día en que ya poco te interesa, ni tu mejora, ni la de otros-.

-Así es como de pronto, -siguió-, en cierta mañana despiertas muy huraño, desconfiando hasta de tu propia sombra, pues en política, cuando crees que tienes amigos te equivocas, ya que sólo eres una tuerca, un tornillo más que refuerza un andamiaje, y tú trabajas, muchas veces con fanatismo, para hacer realidad el proyecto y el sueño de otro-.
En ese momento respiró profundo, como tomando fuerza, aliento y seguridad, y luego continuó:
-Ese es el mayor problema de los partidos que actualmente nos representan, pues resulta que a estas alturas, pasaron a ser entidades públicas secuestradas, atrapadas en los intereses de perfectos succionadores del sistema, entronizados a la vez con ciertas élites del poder que han conformado algunos ex gobernantes, en algo que suena como a una alianza púdrica, perversa, con algunos empresarios que sin importarles el bien común que tanto pregonan, juntos mantienen de rodillas al pueblo, mientras está retrincado contra la espada y la pared-.
-Date cuenta, -Insistía Martín a Roberto-,
que desde 1983 en que nos llevaron al baile del modelo neoliberal, y nos lo propusieron como la panacea que nos sacaría del atraso como nación, las clases sociales de nuestro país se polarizaron, y cada día existen más pobres, mientras que los ricos se volvieron inmensamente más ricos-.

III

No obstante que Roberto, más que hablante, era su atento escucha, Martín había encontrado en su persona, alguien en quien desfogar sus constantes charlas, a las que algunas veces se refirió como sus “monólogos, o soliloquios de luna y agua”.
Cierta tarde, cuando observaban la puesta del sol, y mientras pasaba una manada de delfines cerca de la playa, asoció ese recuerdo con su tierra, en la Costa Alegre de Jalisco, y a un tío abuelo de nombre Jesús, que le apodaban El Tata, quien aseguraba que en las noches de Melaque se escuchaba el canto de Las Sirenas, y algunas, -decía-,
-a los intrépidos que se atrevían a ir en su busca, se los llevaban mar adentro, y jamás los regresaban, como un claro mensaje para que nadie lo volviera a intentar, por eso se quedó la costumbre de que si algún pescador zarpaba a mar abierto, al despedirlo le recomendaban:
Fulano, cuídate de las sirenas, en vez de decirle, cuídate de los tiburones o de una tormenta en altamar-.
Fue esa tarde cuando Martín le platicó a su buen amigo y atento escucha, que desde los primeros partidos políticos instaurados en México, la mayoría de ellos fueron promovidos, no para proteger y luchar por los intereses de los habitantes de una nación como sería lo ideal, sino más bien, para servir de mesa de negociación, como antesala de poder, y otras, como simple simulación de principios y valores democráticos de un grupo político en el poder, para repartirse el país, como si fueran rebanadas de un pastel, usufructuando nuestros recursos, saqueando los subsuelos, privatizando las buenas playas y acabando así con los espacios que son del pueblo y de la nación.
-Un caso reciente sucedió allá por mi tierra, -dijo Martín-, con la playa de Tenacatita, motivo de orgullo de todos nosotros como costeños del Sur de Jalisco, la cual, con la resolución de un Juez del Partido Judicial-, -no político, aclaro-, del municipio de La Huerta, terminaron entregándola a unos empresarios emparentados con el Gobernador de Jalisco-.
-Como ese ejemplo -le expuso-, existen muchos, a lo largo y ancho del territorio nacional, y lo mismo sucede con las playas, los bosques, las selvas, con las minas, con permisos para ciertas importaciones, y con los monopolios de las empresas de aguas y derivados, quienes saben que en pocos años, la guerra no será por el petróleo, sino por ese preciado líquido llamado agua, y sucede con la venta de franquicias del sector gubernamental, y la entrega de contratos a parientes de los ejecutivos de la nación, gobernadores y presidentes municipales en turno-.
-Sentenció-.
-Luego prosiguió-: -Si los representantes del Poder Legislativo, que son los diputados federales y senadores, así como los diputados locales y regidores, no ponen un alto y regulan las ambiciones del ejecutivo, de gobernadores y presidentes municipales, muy pronto el país va a tronar, pues México ya no aguanta, ni merece el trato que le dan-.
–A ello agrégale la ignorancia política de la mayoría de gente que no entiende lo que es un proyecto, menos el de una nación, la gente vota por el que más regalos les dé, así sea un burro el que los va a gobernar-.
-Pero y ¿qué pasa, -inquirió Roberto-,
qué sucede con nuestros representantes, con nuestros diputados y senadores, diputados locales y regidores, por qué no meten orden, si para eso les pagan, y les pagan muy bien-?
-De ellos habría mucho que hablar, pero lo que te puedo decir, es que más que representar y velar por los intereses del pueblo, de los habitantes de la nación, salvo muy pocas y honrosas excepciones, se encuentran en sus sedes parlamentarias para estar al pendiente de que no vaya a surgir alguna iniciativa que sea propuesta al pleno de una u otra cámara, y aprobada o ratificada, sobre todo cuando ésta, afecte los intereses del grupo, o élite que representan, y para aprobar en bloque, muchas veces sin analizar las posibles consecuencias, iniciativas que en ocasiones dejan en estado de indefensión a las clases menos protegidas, y están para participar en nombre de sus patrones o jefes políticos, del reparto del presupuesto-.
-Cuidando el rancho, diría un compadre-.
-También están allí, -siguió diciendo-, -para pactar, negociar y modificar todo aquello que les pueda dañar los intereses como facción. Representantes que casi en su totalidad son promovidos por los grupos y élites que te menciono-.
-¿Y los gobernadores?, preguntó Roberto-.

-Versa un dicho, -le contestó Martín-, que para que la cuña apriete, debe ser del mismo palo, y así, a cada presidente en turno le conviene y le interesa que los gobernadores de los estados sean de su mismo partido, y si son de su grupo, mucho mejor-.

 

IV

-En tiempos de Don Porfirio Díaz, -prosiguió-, la totalidad de los gobernadores eran propuestos por él, para que “democráticamente” el pueblo los eligiera, teniendo en común que casi siempre eran sus compadres, y él, a la vez, el padrino de sus hijos o hijas-.
-Mi estado, Jalisco, -puntualizó Martín-, está lleno de esas historias del porfiriato, pero resulta que las elecciones en esa época, y hasta antes de los tiempos de la fundación del IFE, eran organizadas por el gobierno en turno, utilizando urnas de madera, muy bien hechas, decían, de madera dura y resistente, que aguantara las aguas y secas, -aunque después se supo que tenían doble fondo, como las cajitas de magos, y en elecciones, el doble fondo estaba repleto de votos, pero no había problema al contarlos, porque eso lo hacían en el local de una comisión electoral, y en los pueblos se hacía en la casa o local del cacique del pueblo, donde sólo tenían acceso los funcionarios del gobierno y de algún partido que tuviera la osadía de participar, pero desconocían lo de los dobles fondos de aquel tipo de urnas. Amén de ello, las listas de electores, por parejo, llevaban la leyenda de: votó, sin importar si el elector estaba vivo o muerto-,
-además, continuó-:
-El problema era que en aquellos tiempos los llevaban a votar, apoyados con las listas de raya en la mano, y con anticipación sabían cuántos votarían por tal o cuál candidato, con base, principalmente, en el número de trabajadores y familias de cada hacienda, sin considerar a las mujeres, porque esas no votaban, pues en el ámbito popular se decía que eran “Aves de mal agüero”, y no fue sino hasta 1953, cuando disque el PRI les hizo justicia, al igual que durante 71 años nos hizo justicia a todos los mexicanos-.
-Tanta justicia nos hizo, que hasta del propio Partido Comunista de la extinta Unión Soviética vinieron para conocer de cerca el modelo, el sistema político mexicano de aquel entonces, para saber cómo le hacían para que el pueblo aguantara tanto sin decir nada, y siempre estuvieran alineados. Tan eficiente era, que el partido que postuló a Ronald Reagan como candidato a Presidente de los Estados Unidos, le pagó al PRI, para que los asesoraran en materia electoral. Y tanta fue la justicia que nos hizo, que durante esos años, todo funcionó casi a la perfección, pues aunque el campo nunca prosperó, los campesinos siempre tenían préstamos para sus insumos y semillas, sin importar que la mayoría de las veces se lo gastaban en borracheras o arrastrando el mariachi, pues ya sabían que sólo era cuestión de acomodarse, y al año les era condonada la deuda, para otorgarles un nuevo crédito, surgiendo así la tradición y el dicho tan común entre los inspectores de Banrural, que les decían:
-Te vamos a prestar una lana para que siembres maíz, pero ya sabes: milpa ti y mil pa mi, y así les llegaba a sus manos, únicamente la mitad del dinero-.
–¿Y lo de los braceros en los años cuarenta-? -Volvió a preguntar-.
–Qué poca madre, chingarse el dinero, millones de dólares por concepto de retenciones y fondos de ahorro que los gringos mandaron al gobierno de México para que se los hicieran llegar a los trabajadores, quienes abandonaron su tierra y sus familias para ser el sostén de sus hijos, trabajando en los campos, en las fábricas, o colocando vías del ferrocarril en los “yunaites”, lana que les regresaron hasta que les echaron pleito, pero estando otro partido en el poder, sino pura madre que se los hubieran dado-.
-Así de chingones somos los mexicanos, mi Roberto, le dijo con cierta ironía-.

 

V

Tal como era su costumbre, todas las tardes, después de caminar un trecho para ejercitarse, se sentaban al lado de unos manglares que nacían de un remanso de agua dulce que formaba lo que conocían como la Laguna del Tule, y allí permanecían platicando de lo que se les venía a la mente, como pensando en voz alta.
En el caso de Martín, aún tenía fresco el recuerdo de lo que pasaron sus familiares allá en Cihuatlán, a quienes había visitado en octubre de 2011, justo cuando les sorprendió el Huracán Jova, por eso tenía presente los destrozos, inundaciones y muertes que acontecieron, mientras a un mismo tiempo, en el extremo, ante la imagen pública internacional, Jalisco ofrecía un rostro engalanado con unos Juegos Panamericanos llenos de esplendor, música y folklor, en tanto en el opuesto, imperaba la tristeza, el dolor y la impotencia, y aún más, por la tardanza del gobierno para acudir en ayuda de los caídos en desgracia, -así fue el caso de Salvador Figueroa, -dijo Martín-, hijo de mi amigo El Sandillero, quien por más señas, en sus buenos tiempos ocupó el cargo de Presidente de su pueblo-.
Luego siguió de paso en su soliloquio, rememorando uno de los dos momentos que más le surcaron la vida, pues a partir de esa fecha, tomó decisiones que habrían de marcar el rumbo de su destino:
-El 2 de octubre del 68, -le dijo-, fue una de las experiencias más tristes y desagradables de mi vida-:
-Ver correr desesperadamente, con miedo, con pavor, escuchar gritos ahogados, segregar mucha adrenalina viendo pasar la muerte en medio de las ráfagas, y sentir la total impotencia y desesperación-.
-Y un miedo similar, -comparó-, fue el que sentí en Cihuatlán, al experimentar los fuertes vientos y ver la ira del agua, cuando nos azotó el Huracán-.
-En Tlatelolco no fue la naturaleza como en Cihuatlán, -le aclaró-, la que nos atacó, sino la fuerza atropellante, e intransigente de una milicia comandada por un militar jalisciense oriundo de Cuautitlán, -pueblo cercano a la costa-, quien acató la orden soberbia e inhumana de la Presidencia de la República y Gobernación, para desgracia nuestra, que en aquel entonces éramos simples estudiantes universitarios-.
-Por eso cuando escuché lo del movimiento Yo Soy #132, su causa, su razón, a mi me dio verdadero gusto, porque ellos llenaron el vacío de la participación y la movilización que hacía tiempo no se daba entre los jóvenes de generaciones posteriores a nosotros, y que muchos mexicanos no hicieron, pues seguramente tenían miedo, o a lo mejor, el fantasma del 68 les rondaba por su mente-, -dijo-.
-No sé lo que habrá sucedido en mi país con ellos, pero hasta donde yo me quedé, era un movimiento fresco, vigoroso, esperanzador de un México nuevo, que llevaron a cabo pacíficamente lo que ciertos mexicanos no hicimos, y que fue, alzar la voz contra la manipulación de los medios de comunicación, por la distorsión de las encuestas y por la compra de voluntades que hicieron, a través de tarjetas, efectivas para ser cambiadas por productos o despensas, e infinidad de artículos que se regalaron, y que hasta donde me enteré por algunos medios, nada de eso era ilegal, por lo que nada pasó, pues a decir de las instancias correspondientes, no hubo ningún delito que perseguir, desechándose todas y cada una de las pruebas-.
Así, entre charlas y soliloquios transcurrieron las siguientes semanas, y justo el día que arrancaba el año nuevo de 2013, les llegó la noticia de que una vez que los legisladores conocieron a detalle el operativo en el que los indigentes fueron secuestrados, exigieron garantías y su regreso inmediato, y demandaron la aprobación de un decreto para otorgarles un pago inmediato por reparación daños, así como una pensión vitalicia, concediéndoles el derecho a tener una vivienda conforme lo marcaba la constitución, y se inició un proceso en contra de todos aquellos que resultaran responsables por aquel perverso y maquiavélico plan, emprendido meses atrás, acción que para Martín fue como un remolino que al igual que otros, los arrastró sin previo aviso, sin toma de parecer y bajo presión, al confinamiento en aquella isla.
Una vez que regresaron a suelo firme, optó por dedicarse a escribir parte de sus crónicas y recuerdos, pues se sentía cansado de todas las volteretas que le tocó vivir como un buen luchador social que fue, y lo hizo, justo en una casa de playa que construyó sobre la misma colina donde estuvo el hogar de sus antepasados, en la Costa Alegre de Jalisco, con el pago que recibió como resarcimiento del daño.